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Oraciones del caminante
A lo largo de la historia ha habido hombres y mujeres, conocidos o no, que han percibido la llama de lo divino en sí mismos y se han atrevido a trascender lo limitado de sus existencias abriendo el corazón a la divinidad. La oración-meditación-reflexión es otro de esos valores que no cotizan en el gran mercado del mundo. El Camino de Santiago se convierte así en un ámbito sagrado en el que se hace posible, es casi una obligación, escuchar el eco del corazón en el silencio de la naturaleza. La oración o te transforma o no es tal. Y de esto saben mucho los místicos de las distintas culturas religiosas: el rabino judío, el “santón” hinduista, el sufí musulmán, y los monjes budistas y cristianos.
Necesitamos volver la mirada hacia nuestro propio corazón oyendo sus ecos más profundos: él es sabio y nos habla de nosotr@s mism@s y de la naturaleza humana. Quien se atreve a dejarse traspasar por la mirada amorosa de un Dios más grande que nuestras debilidades estará en disposición de compadecer y ayudar a los demás caminantes de la vida. Pero para ello se requiere mucha humildad y unas sanas dosis de autoestima.
Te invito a que hagamos juntos un camino de profundización en el ser que somos, abriéndonos a la alteridad y al compromiso, que son el fruto de la meditación orante. ¿Has probado alguna vez a quedarte a solas de verdad contigo mism@ (con tu verdad)? Si te parece haremos este camino dejándonos acompañar por las palabras de otras personas que, antes que nosostr@s, han saboreado el silencio y la intimidad más profunda, y todo como consecuencia de que se han atrevido a descender hasta lo más íntimo del ser que nos constituye. Alguien dijo que somos pequeños dioses, y no le faltaba razón.
A continuación te ofrecemos un elenco de oraciones y meditaciones que son como un sorbo de agua fresca en el camino de la vida, de la tuya y de la mía: de la nuestra. La mayoría provienen de la tradición cristiana pero también se recogen algunas nacidas en otros ámbitos culturales y religiosos. Lo común a todas ellas es que fueron concebidas contemplando el horizonte de la Esperanza, la que nos otorga el derecho a seguir confiando en la bondad original del ser humano como expresión radical de esa realidad primera y última a la que denominamos Dios.
1.BENDICION DEL PEREGRINO ^menú^
La liturgia de la Iglesia Católica ha querido acoger y ritualizar el inicio de la peregrinación de aquellos que salen al Camino. Lo hizo a través de la conocida como “bendición del peregrino”:
“Señor Jesucristo, que sacaste a tu siervo Abraham de la ciudad de Ur de los caldeos, guardándole en todos sus caminos, y que fuiste el guía del pueblo hebreo a través del desierto. Te pedimos te dignes bendecir a estos hijos tuyos que por amor a tu nombre peregrinan a Compostela.
Sé para ellos compañero en la marcha, guía en las encrucijadas, albergue en el camino, sombra en el calor, luz en la oscuridad, consuelo en sus desalientos y firmeza en sus propósitos; para que por tu guía lleguen incólumes al término de su camino y enriquecidos de gracia y de virtudes vuelvan sanos a sus casas colmados de saludables virtudes. Por Jesucristo, nuestro Señor”.
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2.Pedro Casaldáliga es un religioso claretiano, obispo, poeta y profeta. Su persona es la del hombre profundamente evangélico, al estilo de Jesús, que vive su compromiso histórico junto a los más endebles, siendo voz de los sin voz, palabra de esperanza. Su radicalidad evangélica y su consecuente compromiso son el mejor aval para sus escritos, que tantas veces se convierten en el grito orante de quien encarna en su vida las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y el amor. Su oración es la de la Humanidad sufriente y esperanzada:
“Eres un Dios escondido, pero en la carne de un hombre.
Eres un Dios escondido en cada rostro de pobre.
Mas tu Amor se nos revela cuanto más se nos esconde.
Siempre entre Tú y yo, un puente.
Es imposible el vado.
Tanto me llamas Tú como te busco yo.
Los dos somos encuentro.
Haciéndome el que soy –anhelo y búsqueda-
Tú eres el que eres –don y abrazo-”.
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“Mi Fuerza y mi Fracaso eres Tú.
Mi herencia y mi Pobreza.
Tú mi justicia, Jesús.
Mi guerra y mi Paz.
¡Mi libre libertad!
Mi Muerte y mi Vida, Tú.
Palabra de mis gritos.
Silencio de mi espera.
Testigo de mis sueños:
¡Cruz de mi cruz!
Causa de mi amargura.
Perdón de mi egoísmo.
Crimen de mi proceso.
Juez de mi pobre llanto.
Razón de mi esperanza, ¡Tú!
Mi Tierra prometida eres Tú...
La Pascua de mi Pascua,
¡nuestra Gloria por siempre, Señor Jesús!”
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“Yo me atengo a lo divino: la justicia.
A pesar de la ley y la costumbre.
A pesar del dinero y la limosna.
La humildad, para ser yo verdadero.
La libertad, para ser hombre.
Y la pobreza, para ser libre.
Y la fe cristiana, para andar de noche, y, sobre todo, para andar de día.
Y, en todo caso, hermanos, yo me atengo a lo dicho: ¡LA ESPERANZA!”
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“Decir tu nombre, María,
es decir que la Pobreza seduce los ojos de Dios.
Decir tu nombre, María,
es decir que la Promesa sabe a leche de mujer.
Decir tu nombre, María,
es decir que nuestra carne cobija el silencio del Verbo.
Decir tu nombre, María,
es decir que el Reino viene caminado con la historia.
Decir tu nombre, María,
es decir que todo nombre puede estar lleno de Gracia.
Decir tu nombre, María,
es decir Toda suya, Causa de Nuestra Alegría”.
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“Dios mío, nuestro, vuestro.
Tan verdadero y vivo;
tan lejano y tan próximo.
Padre nuestro que estabas en los cielos.
Padre nuestro que estás aquí en mi vida.
En quien soy. A quien llamo.
A quien vamos. A quien espero a gritos.
A quien viviendo simplemente amo”.
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3.Hélder Cámara. Este obispo era conocido como el “padre de los pobres” debido a su compromiso con los desheredados de su tiempo. Era al mismo tiempo un hombre benévolo que vivió su fe con sencillez, desde la confianza en Dios:
“Cuando Tú mismo pongas a prueba mi fe, y me hagas marchar por entre la niebla más cerrada, borrada toda vereda ante mí, por mucho que mi paso vacile: haz que mi mirada tranquila e iluminada sea un testimonio viviente de que te llevo conmigo, de que estoy en paz. Cuando Tú mismo pongas a prueba mi confianza permitiendo que el aire se vaya enrareciendo y que me embargue la sensación de que el suelo se está resquebrajando bajo mis pies: que mi mirada les recuerde a todos que no hay nadie que cuente con la fuerza suficiente para arrancarme de Ti, en quien caminamos respiramos y somos. Y si un día Tú mismo permites que el odio me salpique, y me preparen trampas, y falsee mis intenciones, y las desfigure: que la mirada de tu Hijo vaya repartiendo serenidad y amor a través de mis ojos”.
4.- Oración a María. ^-menú-^
De María de Nazaret, de su vida, sabemos apenas un puñado de datos que nos ofrecen los evangelios canónicos y los textos apócrifos. La fe del pueblo alimentó su devoción allí en donde los escritos callan. Ella es la protectora, el seno acogedor que en las dificultades siempre se nos antoja como el hogar en el que refugiar nuestras frustraciones. Acudamos a su vera:
“María, Virgen de la salud y madre de misericordia:
desde la noche de mi enfermedad
levanto a ti los ojos de mi corazón suplicante.
Tú comprendes mis miedos y ansiedades.
Sostén mi esperanza tentada de desaliento.
A tu mirada encomiendo mi vida amenazada,
en tu corazón deposito mis afanes.
Madre, tu hijo está enfermo: Sáname y sálvame. Amén”.
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5.- Tagore. La cultura multicolor de la India ha legado al mundo una gran riqueza de expresiones del corazón. Tagore es posiblemente uno de los máximos exponentes de quien percibe el toque divino en la realidad de cada día y lo expresa con naturalidad.
“Oh, Señor de mi vida, estaré ante ti, cara a cara. Con las manos juntas. Oh, Señor de todas las palabras, estaré ante ti, cara a cara. Bajo tu gran cielo, en soledad y silencio, con humilde corazón, estaré ante ti, cara a cara. En este mundo laborioso de herramientas y luchas y multitudes con prisa, estaré ante ti, cara a cara”.
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6.- Tomás de Aquino. La filosofía tomista ha marcado con su impronta los siglos, llegando incluso a nuestros días. Pero el religioso dominico santo Tomás de Aquino antes que filósofo fue un hombre profundamente creyente que supo pensar desde la humildad de la criatura finita, haciendo de su tarea intelectual actitud orante:
“¡Oh inefable Creador nuestro, con los tesoros de tu sabiduría distribuiste todo el universo con suma elegancia! Tú, Señor, que eres la verdadera fuente de luz y de sabiduría y el soberano principio de todo, dígnate infundir sobre las tinieblas de mi entendimiento el rayo de tu claridad, removiendo de mí las dos clases de tinieblas en que he nacido: el pecado y la ignorancia. Dame agudeza para entender, capacidad para retener, método y facultad para aprender, sutileza para interpretar, gracia y abundancia para hablar. Dame acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar. Amén”.
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7.- Antonio Luis Baena. La esperanza se realiza en lo cotidiano, en las alegrías y en las tristezas. Antonio Luis Baena lo expresó así:
“Mi oración es el canto de las cosas humildes, los trajes inservibles, la vida a flor de tierra, y esa barraca inútil de los días alegres para poder contar cómo nos fue la feria. No sé para qué sirve, Señor, -no sé si tengo un volcán para amarte, un bosque de tiniebla-, pero te traigo aún viva, sola, sobre el verano, este trozo de espiga que arranqué a mi tristeza”.
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8. Agustín de Hipona. El amor es el secreto de la felicidad, y es la nota común que define la experiencia mística de las diversas culturas y tradiciones religiosas. El santo y doctor Agustín de Hipona fue hombre de mundo que probó, tras su conversión, la dulzura de un Dios amoroso que cautiva el corazón hasta dejarlo pacificado, no sin antes haberlo herido:
“Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor. Si gritas, gritarás con amor. Si corriges, corregirás con amor. Si perdonas, perdonarás con amor. Si está dentro de ti la raíz de amor, ninguna otra cosa sino el bien podrá salir de tal raíz”.
“Señor, tú eres infinitamente grande, y no hay ninguna alabanza que pueda hacerte justicia. Sin embargo, yo, un hombre, yo, esta pequeñez que tú has creado, me atrevo a cantar tu alabanza. Y eres tú, Dios mío, quien me inspira este deseo. Eres tú quien me proporciona una misteriosa alegría, cuando proclamo tus maravillas. Nos has creado para ti y nuestro corazón no descansará en paz mientras no repose en ti”.
“Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé. Tú estabas dentro de mí, yo fuera. Por fuerza te buscaba y me lanzaba sobre el bien y la belleza creados por ti. Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo ni conmigo. Me retenían lejos las cosas. No te veía ni te sentía, ni te echaba de menos. Mostraste tu resplandor y pusiste en fuga mi ceguera. Exhalaste tu perfume, y respiré, y suspiro por ti. Gusté de ti, y siento hambre y sed de ti. Me tocaste, y me abraso en tu paz”.
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9. Un peregrino
Las circunstancias de la vida nos van haciendo ser humildes, si es que de verdad nos atrevemos a habitar en la verdad. El sufrimiento es una experiencia universal que nos va enseñando a ser solidarios. Quien sufre sabe lo que es sufrir y comprende mejor al que sufre. La peregrinación nos va enseñando a sufrir solidariamente:
“Me duelen los pies y la espalda, me duelen los caminos. Me descubro sufriente pero, curiosamente me ofrezco mejor que nunca. Me siento yo, sin tapujos, sin máscaras, sin apariencias, sin mentiras. Me he visto reflejado en un cristal y me he descubierto transformado, sudoroso y desarreglado. Sí, este soy yo, el verdadero yo. ¿Por qué estoy aquí? ¿Para qué? Por fuerza tiene que haber un Ser que me empuja y me saca del hogar caliente de mis seguridades para salir al encuentro de mi indigencia. En el dolor me siento solidario con los que sufren. Y comprendo como nunca lo que significó la Cruz de aquel nazareno”.
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10. De la Liturgia de las Horas. La oración de la Iglesia es una pedagogía del orante de todos los tiempos con profundas raíces bíblicas. Los himnos, más recientes en el tiempo, nos hablan de la vida a través de la hermosura de las palabras puestas al servicio de la oración:
“La noche misteriosa acerca a lo escondido; el sueño es el olvido donde la paz se posa. Y esa paz es la rosa de los vientos. Velero, inquieto marinero, ya mi timón preparo – Tú el mar y el cielo claro – hacia el alba que espero”.
11. Bendición irlandesa
La Irlanda de los celtas y de los misioneros cristianos fraguó su identidad al contacto con los elementos naturales. Permite que te bendiga con una “bendición” nacida en aquellas tierras insulares y atlánticas: (imagen: Montes de Valdueza. León)
“Que la tierra vaya abriendo camino ante tus pasos,
y que el viento sople suave a tus espaldas.
Que el sol brille siempre cálido y fraterno en tu rostro
Que la lluvia caiga suave sobre tus campos.
Y hasta que nos volvamos a encontrar,
Dios te guarde en la palma de su mano”.
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12. Michel Quoist El mundo tiene mucho que ver contigo, por insignificante que te sientas. La utopía mueve los corazones hacia nuevas realizaciones en espera de la verdadera transformación social que nos lleve a construir, entre todos, piedra a piedra, un mundo más justo, fraterno y solidario: el Reino de Jesús. Michel Quoist lo expresó así:
“Si la nota dijese: una nota no hace melodía... no habría sinfonía. Si la palabra dijese: una palabra no puede hacer una página... no habría libro. Si la piedra dijese: una piedra no puede levantar una pared... no habría casa. Si la gota de agua dijese: una gota de agua no puede formar un río no habría océano. Si el grano de trigo dijese: un grano no puede sembrar un campo... no habría cosecha. Si el hombre dijese: un gesto de amor no puede salvar a la Humanidad... nunca habría justicia, ni paz, ni dignidad, ni felicidad sobre la tierra de los hombres”.
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13.- Un peregrino. El Camino de Santiago ha sido la senda en la que muchas personas de distintas épocas y culturas se han encarado con la idea Dios hasta sentirse enganchadas por la fuerza que viene más allá de la finitud que somos. Jesús es “camino” para quien se atreva a encararse con Él, viviendo como Él vivió, en profundidad, de un modo alternativo fundado en la verdad del amor al prójimo:
“Siguiendo tus senderos iré por esta vida viviendo y haciendo mi camino un romance, una historia de amor, una oportunidad y un encuentro, sabiendo que el Camino, el mío y el tuyo son una misma cosa. Tú eres mi camino, imposible evadirme de ti porque Tú eres el terreno que piso. Y sé que aún cuando yo no camine Tú seguirás siendo la tierra que me sustenta. Tú eres el Camino; una oportunidad y un encuentro. Mi vida es camino, Tú eres mi camino”.
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14. Elisa Kinadé. La fe es la luz que alumbra las esperanzas del pueblo africano. Elisa Kinadé supo expresar su esperanza desde aquellas tierras de sufrimiento:
“Cae la tarde, y la noche oscura y sin estrellas nos asusta... Ya no creemos en nosotros mismos. Quédate con nosotros Dios de la esperanza. También el día con su sol mortecino nos turba... Tememos encontrar tu sepulcro vacío, transformado en fosas comunes de incontables inocentes. Quédate con nosotros, Dios de la vida. Tenemos el corazón fosilizado y ya no sabemos regalar un gesto de amor. Quédate con nosotros Dios de la ternura. Quédate con nosotros. Que tu noticia de paz pueda todavía colmarnos de estupor y encender en nosotros la antigua audacia profética. Quédate con nosotros Dios de la Historia”.
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15. Juan Duns Escoto fue un franciscano escocés que destacó como filósofo y hombre de ciencia. Sin embargo la pobreza y la fe le llevaron a intuir que hay una fuente de la sabiduría que se sitúa más allá de las teorías y a la que se accede sólo desde la humildad:
“¡Oh primer Principio de todas las cosas!
Concédeme creer, entender y esperar
lo que place a tu majestad,
y eleva mi espíritu a tu contemplación.
Tú eres el Ser verdadero, Tú eres el Ser total.
Si esto me fuera posible, es lo que yo quisiera conocer.
¡Oh Señor! Ayúdame a descubrir,
en la medida de mi conocimiento,
el verdadero Ser, que eres Tú”.
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16. San Francisco de Sales fue un gran pedagogo y comunicador (es el patrono de los periodistas), además de un hombre lo suficientemente inteligente para saber discernir lo que es bueno, lo justo, lo noble:
“Señor: concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar; valor para cambiar aquellas que puedo; y sabiduría para conocer la diferencia entre estas dos cosas”.
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17. Santo Tomás Moro, además de santo y mártir de conciencia, fue un hombre de fe que supo hacer de la misma un espacio para la libertad. A este pro-hombre del siglo XVI bien podríamos aplicarle aquello que siglos después escribió León Tolstoi: “un hombre sólo es libre cuando nadie puede forzarle a hacer aquello que cree que está mal”. Pero lo que quizás pocos sepan es que Tomás fue un hombre vitalista y con un gran sentido del humor en una realidad, la suya, que era adversa y cruel. Dejemos que ore en nosotros el “inmortal” Moro:
“Señor, dame una buena digestión, y, naturalmente, algo para digerir... Dame la salud del cuerpo y el buen humor necesario para mantenerla. Dame un alma sana, Señor, que tenga siempre ante los ojos lo que es bueno y puro, que no se escandalice ante el pecado, sino que sepa encontrar el modo de remediarlo. Dame un alma que no conozca el aburrimiento, los ronroneos, los suspiros ni los lamentos. Y no permitas que tome demasiado en serio esa cosa entrometida que se llama el yo. Dame, Señor, el sentido del humor. Dame el saber reírme de un chiste para que sepa sacar un poco de alegría a la vida y pueda compartirla con los demás”.
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18. Desde el Camino. El Camino puede ser la ocasión perfecta para que se produzca el milagro de la vida que palpita a tu alrededor tanto como tu propio corazón. A veces el verdadero milagro es que lleguemos a ser conscientes de cuantas cosas hermosas nos rodean:
“El Camino es un pedagogo que me ayuda a reencontrarme conmigo mismo y con los demás. Hoy he oído por primera vez el pálpito de mi corazón que me da vida, y ha sido fascinante. También he tomado el pulso a la creación entera y he comprendido que estoy rodeado de vida, grande o pequeña, visible o no. Y presiento que hay un corazón universal que late y nos hace latir a su compás. Antes no creía, no quería creer, hoy me descubro creyendo porque he oído palpitar mi corazón”.
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19. Teresa de Jesús fue una mujer emprendedora que desde su opción de vida como monja de clausura dejó una honda huella en la historia. A su autoría se deben algunos de los versos más hermosos y logrados de la lengua castellana. Teresa fue por encima de todo una mujer de fe que supo expresar con hondura y sentimiento las esperanzas de su corazón:
“Nada te turbe, nada te espante.
todo se pasa, Dios no se muda.
La paciencia todo lo alcanza,
quien a Dios tiene nada le falta.
Sólo Dios basta.
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Eleva el pensamiento, al cielo sube,
por nada te acongojes, nada te turbe.
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Confianza y fe viva mantenga el alma,
que quien cree y espera
todo lo alcanza”.
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“Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí;
cuando el corazón le di
puse en él este letrero:
que muero porque no muero…
¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga.
Quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.
Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo, el vivir
me asegura mi esperanza.
Muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero”.
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20. Un peregrino. Dicen que es de bien nacidos el ser agradecidos. Estamos perdiendo de vista la gratuidad de la vida, tan invadidos como estamos de las corrientes consumistas que ponen precio a todo. La vida no tiene precio, la vida es bella y conviene agradecerlo:
“No hay mayor milagro que esta naturaleza que me rodea. Ni mayor prodigio que el ser que somos, que alienta nuestras vidas. Hoy sólo tengo palabras de agradecimiento. Gracias a ti hermoso amanecer de hoy. Y a ti amigo perro que me has acompañado un tiempo. Y a ti amigo paisano que me has ofrecido fruta y agua fresca. Y a vosotros pájaros que habéis puesto melodía a mis pasos cansinos. Y a ti hospitalera que me has recibido con una sonrisa y te has preocupado por mis pies. Gracias vida por todo. Y gracias a ti, quien seas, que lo has hecho posible”.
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21. El Papa Juan XXIII ha pasado a la historia como un hombre bondadoso que abrió el camino de la renovación de la Iglesia Católica. Su biografía está plagada de anécdotas simpáticas que dan la talla de un Pontífice muy humano que jamás perdió de vista sus orígenes. Su actitud ante la vida queda reflejada en su “decálogo” personal:
1. “Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.
2. Sólo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto; cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y no pretenderá mejorar o disciplinar a nadie sino a mí mismo.
3. Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, también en éste.
4. Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias sin pretender que las circunstancias se adapten todas a mis deseos.
5. Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.
6. Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.
7. Sólo por hoy haré por lo menos una cosa que no deseo hacer y, si me sintiera ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.
8. Sólo por hoy me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpla cabalmente, pero lo redactaré. Y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.
9. Sólo por hoy creeré firmemente -aunque las circunstancias demuestren lo contrario- que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie existiera en el mundo.
10. Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad.
Puedo hacer bien durante doce horas lo que me descorazonaría si pensase tener que hacerlo durante toda mi vida”.
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22. San Francisco de Asís (peregrino a Compostela él también) era un gran enamorado de la naturaleza como expresión viva de un Dios que es Todo Amor. Su vena poética quedó reflejada en su famoso “Cántico de las Criaturas” o “del Hermano Sol”:
“Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor:
tuyas son la alabanza, la gloria y el honor;
tan sólo tú eres digno de toda bendición,
y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.
Loado seas por toda Criatura, mi Señor,
y en especial loado por el hermano Sol,
que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor,
y lleva por los cielos noticia de su autor.
Y por la hermana Luna, de blanca luz menor,
y las estrellas claras, que tu poder creó,
tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son,
y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!
Y por la hermana Agua, preciosa en su candor,
que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor!
Por el hermano Fuego, que alumbra al irse el sol,
y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado mi Señor!
Y por la hermana Tierra, que es toda bendición,
la hermana madre Tierra, que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos y flores de color,
y nos sustenta y rige: ¡loado, mi Señor!
Y por los que perdonan y aguantan por tu amor
los males corporales y la tribulación:
¡felices los que sufren en paz con el dolor,
porque les llega el tiempo de la consolación!
Y por la hermana Muerte: ¡loado, mi Señor!
Ningún viviente escapa de su persecución;
¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!
¡No probarán la muerte de la condenación!
Servidle con ternura y humilde corazón.
Agradeced sus dones, cantad su creación.
Las criaturas todas, load a mi Señor.
Amén”.
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23. San Francisco de Asís. La conocida como “Oración de la Paz” se inspira en el ideal franciscano de Paz y Bien para toda la Humanidad. Si la hiciésemos nuestra seguramente el mundo marcharía mejor. Sólo el amor es revolucionario, el amor oblación, el que se entrega:
“¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!
Donde haya odio, ponga yo amor.
Donde haya ofensa, ponga yo perdón.
Donde haya discordia, ponga yo unión.
Donde haya error, ponga yo verdad.
Donde haya duda, ponga yo fe.
Donde haya desesperación, ponga yo esperanza.
Donde haya tinieblas, ponga yo luz.
Donde haya tristeza, ponga yo alegría.
¡Oh Maestro!, haz que no busque tanto ser consolado, como consolar; ser comprendido, como comprender; ser amado, como amar. Porque: dando, se recibe; olvidando, se encuentra; perdonando, se es perdonado, y muriendo, se resucita a la vida eterna. Amén”.
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24. “Mahatma” Gandhi ha sido uno de esos personajes históricos que han dejado una huella imborrable en la historia de la Humanidad. Pero lo que quizás no hallan remarcado en exceso sus biógrafos es que este abogado, político, estadista, y escritor, era un hombre profundamente creyente, un místico que vivió los últimos años de su vida la experiencia de dejarse estar en los brazos de Dios. Sólo desde su fe se puede comprender bien su gran legado: la “ahimsa” (“no violencia”), entendida como una actitud ante la vida, como un auténtico motor de la gran revolución aún por hacer: la transformación de los corazones a favor del bien del prójimo (este es el verdadero progreso). Su última plegaria es un canto a la superación y al optimismo:
“Salta sobre tus dificultades aunque sean más altas que montañas, y aunque más allá sólo haya campos secos y desnudos. ¡Oh hombre!, no descanses hasta llegar a esos campos. El mundo se oscurecerá y tú verterás luz sobre él y disiparás las tinieblas. ¡Oh hombre!, aunque la vida se aleje de ti, no descanses. ¡Oh hombre!, no descanses, procura descanso a los demás”.
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25. Martín Luther King, pastor protestante, pasó a la historia como un hombre de profundas convicciones evangélicas puestas al servicio de la defensa de los derechos humanos. Su “credo” sigue siendo un estímulo para cuantos creemos que aún es posible un mundo nuevo más justo y fraterno:
“Hoy, en la noche del mundo y en la esperanza de la Buena Noticia, yo afirmo con audacia mi fe en el porvenir de la Humanidad. Rechazo la creencia de que en las circunstancias actuales los hombres queden incapacitados para hacer una tierra mejor. Rechazo la creencia de que el ser humano sea un hilo de paja transportado por la corriente de la vida, sin tener la posibilidad de influir mínimamente en el curso de los acontecimientos”.
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26. San Anselmo ¿Dónde está Dios? Es una cuestión que se plantean no sólo los creyentes sino también toda persona de buena voluntad que emprende la búsqueda de sí mismo y del sentido de la vida. San Anselmo da sus razones:
“Señor, si no estás aquí, ¿dónde te buscaré, estando ausente? Si estás por doquier, ¿cómo no descubro tu presencia? Cierto es que habitas en una claridad inaccesible. Pero ¿dónde se halla esa inaccesible claridad? ¿Quién me conducirá hasta ahí para verte en ella? Y luego, ¿con qué señales, bajo qué rasgos te buscaré? Nunca jamás te vi, Señor, Dios mío; no conozco tu rostro... Enséñame a buscarte, y muéstrate a quien te busca a menos que tú me enseñes; y no puedo encontrarte, si tú no te manifiestas. Deseando, te buscaré; te desearé buscando; amando te hallaré, y encontrándote te amaré”.
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27. Gregorio Nacianceno ¿Quién es Dios? Hasta el santo y doctor Gregorio Nacianceno se lo preguntaba:
“No sé llamarte por otro nombre. Eres el más allá de todo. Todo lo que existe te mira y está pendiente de ti. Lo que permanece, permanece en ti. Lo que se mueve gira en torno a ti. Eres el fondo, el sentido, el fin de todo lo que existe. Los que viven, viven por ti. Si saben leer en el universo, levantan la vista a ti y te cantan un himno en el silencio. Eres el único. Eres cada uno y no eres ninguno. No eres un ser solo y no eres un conjunto. Eres todo y eres otro. ¿Tu nombre? Los tienes todos. ¿Cómo podremos llamarte? No hay nombre para ti. Ningún espíritu, por penetrante que sea, puede volar hasta ti y comprenderte. Te llamamos el más allá de todo. No sabemos darte otro nombre. Óyenos”.
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28. Las comunidades cristianas de Estados Unidos florecieron hasta fructificar en muy diversas tradiciones, expresión de la pluralidad de aquella sociedad. Las siguientes palabras están tomadas de un espiritual negro:
“Tú has hecho que corran los ríos y que nazcan las flores y eres padre del fuerte y del débil, pero qué larga has pintado la noche. El ruiseñor te debe su trino alegre cuando llega la primavera, pero yo te debo mi canto solitario porque has pintado tan larga la noche. Tengo un corazón y vivo en una casa y la puerta está abierta de par en par, pero, ¿de qué sirven corazón y casa si todo está vació? Plantaste las altas montañas, la tierra y el cielo. ¿Quién soy yo para reprocharte? Pero, Señor me resulta muy larga la noche”.
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29. Anónimo s.VIII. El anonimato fue siempre amigo de quienes contemplaron el rostro de la humildad. Un anónimo orante del siglo VIII de nuestra era nos brinda su plegaria:
“Señor, quédate conmigo durante todo el día y guía todas mis acciones, mis palabras y pensamientos. Guarda mis pies, para que no anden ociosos, sino que caminen al encuentro de las necesidades de los demás. Guarda mis manos para que no se abran para hacer el mal sino para abrazar y ayudar a todos. Guarda mi boca, para que no diga falsedades ni cosas indebidas y no hable mal del prójimo. Al contrario, que siempre esté dispuesta para animar a todos y para bendecirte a Ti, Señor de la vida. Guarda mis oídos para que no pierdan el tiempo en escuchar palabras falsas o sin sentido, sino que estén siempre atentos a escuchar tu misterioso mensaje, para cumplir también hoy tu voluntad”.
“Siento dentro de mí, Señor, un profundo deseo de vivir. A pesar de mis pequeños o grandes sufrimientos, me siento contento de vivir y digo un sí del cual todavía no acierto a ver las consecuencias. ¿Qué es este sí, Dios mío? ¿Qué conlleva consigo? ¿Es un ingenuo optimismo? ¿Es deseo de vivir y dejar vivir? Señor, renuevo hoy aquí mi sí, y asumo ante Ti, el gran compromiso de darle cuerpo y alma. Mientras no entienda del todo la vida, su riqueza y su miseria, a Ti te confío mi sí, Señor”.
“Señor, en este amanecer, yo acepto tu proyecto de amor sobre el hombre y sobre el universo para vencer la fuerza del mal y de la muerte. Yo acepto vivir sobre esta tierra, sin rendirme, realizando mi proyecto de vida de un modo consciente y responsable. Yo sé que cada paso me lleva más allá de los confines de la pobreza y el egoísmo; porque es un paso hacia Ti, un paso que acaba en Ti. Ayúdame a creer en al felicidad que surge del esfuerzo por lograr estimular la vida en mí y en los demás”.
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29. Tony de Mello era un jesuita indio que supo, a través de sus escritos y ejercicios espirituales, universalizar la experiencia cristiana como una auténtica medicina para el ser humano de todos los lugares y culturas. En él oraba un hombre abierto a la realidad más profunda de un Dios más allá de todo pero paradójicamente más interior que lo más íntimo:
“Señor, te pido perdón por mis tres mayores pecados: ante todo por haber peregrinado a tus muchos santuarios olvidando que estás presente en todas partes; en segundo lugar, por haber implorado tantas veces tu ayuda olvidando que mi bienestar te preocupa más a ti que a mí y, por último, por estar aquí pidiéndote que me perdones cuando sé perfectamente que nuestros pecados nos son perdonados antes de que los cometamos”.
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30. Oración budista.
El budismo es una filosofía de vida que aquieta el ser y nos hace confiar en nosotros mismos. Los seguidores del príncipe Gautama Shidarta “Buda” también han sabido empaparse de la verdad cósmica de un algo, o alguien, más allá de los límites:
“Oh mirada penetrante, pura, mirada compasiva, que escuchas. Oh maravilla de la gente, oh solicitud incesante, atenta, que escudriña persistente, oh luz sin mancha, oh Sol que penetra las sombras y disipa los males con sus rayos, Tú, que das luz al mundo entero, misericordia luminosa como el relámpago, caridad que cubres los seres con las nubes de tu manto, rocío de la aurora, lluvia bienhechora, Tú que extingues la saña y la discordia, Tú que llevas la paz a las batallas, que yo pueda en ti pensar sin tregua, que dudar de ti jamás yo pueda. Tú tan pura y santa protégeme en la muerte, en los peligros y en las penas, sí, mi apoyo y mi fuerza: ayúdame a cumplir lo que me enseñas Tú que miras con piedad a los mil seres. Océano de misericordia que Tú eres, yo te invoco prosternándome ante Ti”.
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31. Oración sufí. El sufismo viene a ser algo así como la rama mística del Islam. Es la experiencia contemplativa que se cultiva desde hace siglos y se fundamenta en la experiencia de un Dios que es el mismo Amor que arrebata a quien se atreve a mirarle desde lo profundo del corazón. De Persia nos llega la bocanada de aire fresco de un enamorado sufí:
“Sólo tu Amor me da vida; a nada aspira mi corazón que no seas tú. Habré perdido reposo y voluntad si no consigo tu gracia y tu favor. ¡Por tu bondad te lo ruego!: ¡Muéstrame tu Faz! No conozco otro remedio para mi dolor. Accede a mi demanda: ¡ven a mí! Lejos de tu rostro no sabría existir... Muéstrame el camino que conduce a tu puerta pues aquí abajo estoy perdido. Te diré lo que es el amor: es volar al cielo, rasgar mil velos en todo momento, renunciar a uno mismo y, finalmente, perderse en Dios”.
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32 Guadalupe Amor. A lo mejor Dios ha llamado a tu puerta en diversas ocasiones en tu vida pero no le has abierto. Guadalupe Amor te invita a detenerte un instante y a detener a Dios:
“Hoy Dios llegó a visitarme, y entró por todos mis poros; cesaron dudas y lloros, y fue fácil entregarme, pues con sólo anonadarme en la exaltación que tuve, mis pensamientos detuve, y al fin conseguí volar... ¡Sin moverme, sin pensar, un instante a Dios detuve!”
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33.Fernández Nieto ¿Quién te dice a ti que no eres morada del mismísimo Dios? Fernández Nieto lo supo intuir muy bien:
“Pues bien, uno que está –quien lo diría- seco, infecundo, mineral, vacío, siente, no sabe cómo, que un buen día le mana Dios por dentro como un río... Uno entonces, sonríe y se arrodilla dejándose llevar a lo divino y en el páramo yermo de su arcilla se le abre el corazón como un camino”.
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34. Bruno Ferrero. En una sociedad como la nuestra tan habituada a los ruidos es muy difícil escuchar el silencio con toda su riqueza de sonidos. Éste ha sido el gran anhelo de los eremitas. En el Camino, en tu camino, has de hacer experiencia del silencio. Bruno Ferrero te lo hace apetecer con un cuento:
“Un hombre fue a ver a un monje de clausura y le preguntó qué era lo que aprendía en su vida de silencio. El monje estaba sacando agua de un pozo y dijo: -Mira el fondo del pozo, ¿qué ves?- El hombre se asomó al brocal del pozo y contestó que no veía nada. El monje se quedó inmóvil y en silencio un rato y dijo: -Mira ahora-. El hombre obedeció y dijo: -Ahora me veo a mí mismo en el espejo del agua-. El monje le dijo: -Lo ves, cuando yo meto el cubo, el agua está agitada, ahora en cambio el agua está tranquila. Así es la experiencia del silencio-. ¡En la paz y el silencio el hombre se descubre a sí mismo!”
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35. Theilard de Chardin, sacerdote jesuita, marcó un punto de inflexión en el modo de comprender la fe cristiana como algo de aquí, como esposa de la vida. También su mística cósmica merece la pena acompañarte en tu camino, en ese mismo camino en el que la materia, tanto como el espíritu, te acompañan como pedagogía de fe.
“Piérdete, confiada, ciegamente, en ese Dios que te quiere para sí, y que llegará hasta ti, aunque jamás le veas. Piensa que estás en sus manos, tanto más fuertemente asida, cuanto más decaída y triste te encuentres. Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz. Que nada te altere. Que nada sea capaz de quitarte tu paz. Ni la fatiga física, ni tus fallos morales. Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro, una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor continuamente te dirige”.
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36. Un peregrino.A lo largo de la historia ha habido seres humanos que se han atrevido a buscar en lo profundo de la existencia el sentido, la explicación a tantas dudas e interrogantes. El Camino se ofrece, paradójicamente, como una posibilidad de pausa en la vida, un momento de parada y fonda en el propio corazón tratando de atender sus ecos profundos. A veces basta un instante de luz para cambiar la trayectoria de una vida que iba a la deriva:
“Bajo esta higuera, como Buda, he recibido mi personal iluminación. Y no puedo explicarlo en palabras. Me vi a mí mism@, a la Humanidad entera, caminando hacia la luz y la paz. Cada cual caminaba según sus posibilidades pero entre todos nos apoyábamos. Y comprobé que todos los caminos de la tierra, todas las personas, desembocaban como un río en el océano que es Dios y en el que todo es Amor y Misericordia. Hacia allá voy, pero mientras tanto voy haciendo camino cansinamente, ayudando y dejándome ayudar. Hoy sé que Dios es todo lo bueno, y esta verdad es el faro que me guía en esta nueva vida que soy”.
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37. Madre Teresa de Calcuta es uno de los personajes históricos recientes que más huella ha dejado en el corazón de quienes la conocieron en vida, o la conocimos a través de los medios de comunicación. Ella fue la expresión viva del amor de Dios y de la opción preferencial y tierna por los más pobres. Suya es la oración:
“Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida; cuando tenga sed, dame alguien que precise agua; cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor; cuando sufra, dame a alguien que necesite consuelo; cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz de otro; cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado; cuando no tenga tiempo, dame a alguien que precise de alguno de mis minutos; cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien; cuando esté desanimada, dame a alguien para darle nuevos ánimos; cuando quiera que los otros me comprendan, dame a alguien que necesite mi comprensión; cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame a alguien a quien pueda atender; cuando piense en mí misma, vuelve mi atención hacia otra persona. Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos: dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo”.
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38. Un peregrino. La espiritualidad no está reñida con la vida, antes bien ambas se complementan. La tristeza no casa bien con la esperanza del caminante que sabe que siempre hay razones para el optimismo. La sonrisa es el prólogo de la felicidad según el concepto de Gandhi:
“Una sonrisa cuesta poco, pero vale mucho. Quien la da es feliz y quien la recibe la agradece. Dura sólo un instante y su recuerdo, a veces, perdura por toda una vida. No hay nadie tan rico que no la necesite, ni nadie tan pobre que no la pueda dar. Produce felicidad en el hogar, prosperidad en los negocios y es contraseña entre los amigos. Es descanso para el cansado, luz para el desilusionado, sol para el triste y antídoto para los problemas. No se puede comprar ni pedir prestada, tomarla o robarla; sirve sólo como regalo. Y nadie necesita tanto de una sonrisa como quien se olvidó de sonreír. Sonríe siempre porque la sonrisa es el mejor regalo que podemos recibir y el mejor que podemos ofrecer. Si con las prisas me olvido de darte una sonrisa, discúlpame: ¿tendrías la bondad de darme una de las tuyas? Porque una sonrisa es la mejor cédula de identidad para caminar por la vida”.
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39. Karl Rahner pasa por ser uno de los teólogos católicos más influyentes del siglo XX. Pero en él podemos descubrir, además de un teórico, al hombre que piensa en Dios y ora su propia vida bajo su amparo. Sus palabras pueden ser también las muestras. Al final nuestra finitud es la que nos marca el rumbo de nuestra fe:
“¿Por qué has encendido en mí la luz de la fe, esta luz oscura que nos atrae desde la clara seguridad de nuestras chozas a tu noche? ¡Señor, qué enigma tan terrible es el hombre: él te pertenece, y tú eres el incomprensible! Amarte, amarte a ti mismo muy íntimamente, amar tu propia vida, perderme a mí mismo dentro de ti, sabiendo que tú me recoges dentro de tu corazón, que yo puedo hablarte a ti, el incomprensible misterio de mi vida, con tuteo cariñoso, porque tú eres el amor mismo. Solamente en el amor te encuentro a ti Dios mío. El amor te quiere tal como eres, la audacia del amor. Tu infinitud es la liberación de mi finitud.
Eres la eterna amenaza de mi vida. Tú me haces huir con espanto de toda seguridad. Dios de mi Señor Jesucristo, quiero mirar en su corazón de hombre; solamente entonces sabré que tú me amas. Cuando oro es como si todas mis palabras cayeran en una oscura sima, de la cual no regresa eco alguno que pudiera avisar que mis oraciones han dado con el fondo de tu corazón. Debería orarme a mí mismo. La oración puede ser como un sangrar interno, en el cual la sangre del corazón del hombre interior, entre congojas y dolores, se sumerge calladamente en su propia profundidad.
Tengo un saber que soy yo mismo. La primera y última experiencia de mi vida eres tú. En una sola práctica debo poseer la rutina de cada día y el día tuyo. Mi fe en ti no es otra cosa que el oscuro camino en la noche, entre la casa desamparada de mi vida, con sus reducidas y pobremente iluminadas estancias, y la luz de tu vida eterna. Penetraste tanto en nuestra vulgaridad, que ya casi no te podemos distinguir de los demás hombres. Tu luz, perdóname, arde con el aceite de mi vida. En ti, Dios de mis hermanos, podré ser verdaderamente un hermano para los hombres, uno que les puede ayudar en lo único necesario: encontrarte. A ti te encuentro en el amor y en aquello que es vida del que verdaderamente te ama a ti: en la oración”.
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40. Un peregrino. El Camino te va haciendo por dentro como un pedagogo que te va ayudando a conocerte mejor, despojándote de toda apariencia y mentira. En estas circunstancias incluso el no creyente acaba dialogando consigo mism@ sin mayor pretensión que la de quedarse a solas con lo esencial, en busca de la fuente de la felicidad:
“Llego ante Ti hecho polvo, destrozado, deshecho. Mi cuerpo es una queja constante de dolor. Pero lo que más me duele es el alma, mi vida con sus errores y problemas. Ya sólo me queda confiar, en mi camino, en los demás, y en Ti. Sentir tu presencia amorosa en todo cuanto me ocurre en la vida. El Camino, mi camino, me está transformando porque es una prueba, un examen meticuloso de mi vida que me ha acabado mostrando quién soy, cómo soy, lo que he vivido hasta el día de hoy en esta historia personal de la que soy protagonista. Ya no soy el mismo; el Camino me está renovando por dentro a base de dolor –es como un parto-. Hoy nazco, vuelvo a nacer, en el hogar de la Humildad y la Confianza”.
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41. Antonio García Rubio es un sacerdote madrileño con don de gentes y corazón de poeta que ha llegado a realizar en sí mismo una síntesis equilibrada entre fe y vida. Su experiencia es la de quien ora en y con la vida, contemplando la huella de Dios en los acontecimientos cotidianos, a golpe de fe:
“Creer..., crecer mientras la vida se va fraguando como un camino en pendiente..., pero con fe. Creer..., crecer más y más, con constancia, día a día, sin pausa..., pero con fe. Creer..., crecer aunque el panorama, que nos circunda sea oscuro, con tintes ocres..., pero con fe. Creer..., crecer justamente por eso. Pues sólo hay eso. Sí, hay penumbra, también dolor..., pero con fe”.
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42. V. M. Arbeloa. El seno materno nos marca decisivamente. La presencia de una madre amorosa es un sueño que hay que reconquistar. La madre es experta en amor, ese amor del que, de una forma o de otra, somos mendigos. La Virgen María asume ese papel. V. M. Arbeloa se sitúa entre quienes también se atrevieron a confiar en su protección materna:
“Dios te salve María, por la luz de la luz transfigurada. Dios te llena y te guía y el fruto de tu vientre es tu mirada. Dios te salvó, María. Te llenó de su fuerza complaciente como el fuego del sol llena la autora, como el agua la fuente. Maduró con su luz y su ternura el fruto de tu amor y de tu vientre. Santa María, hija del pueblo, madre paciente, fiel, generosa, pobre y rebelde... Míranos peregrinos, vacilantes, cultivando este viejo paraíso, caminando hacia tu cielo lentamente. No queremos cansarnos de este mundo, ni buscamos un refugio celeste. Pero tú no te canses de mostrarnos la meta, los caminos, ahora y siempre”.
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43. F. Outlaw. La actitud positiva ante la vida es, en buena medida, la que marca nuestro discurrir por esta tierra. Nuestros pensamientos son quienes nos predicen si estamos preparados para ser más o menos felices. F. Outlaw lo advirtió del siguiente modo:
“¡Ojo con tus pensamientos, se convierten en palabras! ¡Ojo con tus palabras, se convierten en acciones! ¡Ojo con tus acciones, se convierten en actitudes! ¡Ojo con tus actitudes se convierten en carácter! ¡Ojo con tu carácter, se convierte en tu destino!”.
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44. El orante hebreo hizo experiencia de su Dios Yahvé como una presencia constante, como una mirada de amor que traspasa el corazón de quien se deja mirar en profundidad, en lo íntimo, por un Dios que es como el aire que respiramos:
“Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares. No ha llegado la palabra a mi lengua, y ya, Señor, te la sabes toda. Me estrechas detrás y delante, me cubres con tu palma. Tanto saber me sobrepasa, es sublime, y no lo abarco. ¿Adónde iré lejos de tu aliento, adónde escaparé de tu mirada? Si escalo el cielo, allí estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro; si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda, me agarrará tu derecha. Si digo: “Que al menos la tiniebla me encubra, que la luz se haga noche en torno a mí”, ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día. Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente, porque son admirables tus obras; conocías hasta el fondo de mi alma, no desconocías mis huesos.
Cuando, en lo oculto, me iba formando, y entretejiendo en lo profundo de la tierra, tus ojos veían mis acciones, se escribían todas en tu libro; calculados estaban mis días antes que llegase el primero. ¡Qué incomparables encuentro tus designios, Dios mío, qué inmenso es su conjunto! Si me pongo a contarlos, son más que arena; si los doy por terminados, aún me quedas tú. Señor, sondéame y conoce mi corazón, ponme a prueba y conoce mis sentimientos, mira si mi camino se desvía, guíame por el camino eterno”.
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45. Jesús de Nazaret fue un gran orante. Los textos sagrados nos cuentan que solía retirarse a lugares apartados para orar en lo secreto del corazón, en intimidad con su Padre. De esta experiencia mística surgió la oración más universal de cuantas se hayan pronunciado; el Padre Nuestro que ahora te invito a meditar como si fuese la primera vez:
“Padre nuestro que estás en el cielo. Santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación. Y líbranos del mal”.
46 Karol Wojtila M agníficat es uno de los primeros poemas de Karol Wojtyla, cuyo lema episcopal sería el mariano Totus tuus . Al conocer su poesía juvenil, surge una fuerte sensación de asombro ante la fascinante visión de un maduro adolescente, de 19 años, durante los primeros meses de 1939, antes de estallar la segunda guerra mundial. Este poema ha sido presentado, en exclusiva mundial, por su traductor, durante el Congreso Católicos y vida pública
Adora, alma mía, la gloria de tu Señor,
el Padre de la gran Poesía, tan lleno de bondad.
Él fortificó mi juventud con ritmo admirado,
mi canto, en yunque de roble, ha forjado.
Resuena, alma mía, con la gloria de tu Señor,
Hacedor del Saber angelical, benévolo Hacedor.
Apuro hasta los bordes la copa de vino, con gratitud,
en Tu fiesta celestial –cual un siervo orante–,
porque embelesaste extrañamente mi juventud,
porque de un tronco de tilo tallaste una forma rozagante.
¡Tú eres el Maravilloso, el Escultor de santos tallados!
– Por mi camino hay muchos abedules y robles numerosos.
– Soy como un surco soleado, un campo sembrado,
como una arista joven y brusca de los Tatras rocosos.
Bendigo Tu sementera, en Oriente y en Occidente,
¡siembra, Labrador, tu tierra, con generosidad!
Que, por la nostalgia y la vida, la juventud incipiente
se vuelva un fecundo trigal, una luminosa ciudad.
Que te adore la felicidad, el misterio grandioso,
me hinchaste tanto el pecho con la voz cantante,
permitiste en el azul hundir mi pobre rostro
y mandaste a mis cuerdas melodías incesantes.
Porque en esta melodía, como Cristo has aparecido.
Mira delante –Eslavo– las luces sanjuaneras...
El santo roble no perdió las hojas, tu rey sigue vivo,
porque es amo de su pueblo y sacerdote, y así era.
Adora al Señor, alma mía, por la corazonada sigilosa,
por la primavera que entona los sentimientos góticos,
por la juventud ardiente, la copa de alegrías gozosas,
por el otoño similar a rastrojos y brezos melancólicos.
¡Adóralo por la poesía; por la alegría y el dolor!
La alegría de dominar el azul y el oro, la eterna morada,
porque en palabras se encarne el gozo, el gran ardor,
porque recoges esta madurez, esta cosecha segada.
El dolor es la tristeza vespertina de expresiones inefables,
cuando con el éxtasis ondeante nos abraza la Belleza,
Dios se inclina hacia el arpa –mas el rayo se quiebra
en la vertiente rocosa–, las palabras no tienen fuerza.
Faltan las palabras. Soy como un Ángel caído,
una figura en un pedregal, en un pedestal de mármol;
Tú le insuflaste nostalgia a la figura y brazos esculpidos,
por eso se alza, desea. De estos ángeles soy.
Y aún Te adoraré, porque en Ti está la hospitalidad,
premio por cada canto, el día de la idea santa
y la alegría –vuelta canto del himno a la maternidad,
y la palabra silenciosa de fidelidad–. ¡Elí más cabal!
Sé bendito, Padre, por la tristeza del ángel,
por la lucha del canto contra la mentira, combate inspirado del alma
y aniquila en nosotros toda la mezquindad de la palabra,
quebrántala, y la forma, como a un hombre mentecato que se jacta.
Ando por tus caminos –yo, el trovador eslavo–.
En solsticios toco música a muchachas y peones,
pero el canto de mi oración, con tonos modulados,
lo arrojo a Ti Único, a Ti en el trono de roble.
¡Sea bendito el cantar entre los cantares!
¡De mi alma y de la luz, benditos sean los sembrados!
¡Adora, alma mía, a Él, quien cubrió con creces
mi espalda con el terciopelo y el raso de los potentados!
Bendito tallador de santos, eslavo y profeta,
–apiádate de mí– soy recaudador de impuestos inspirado.
Adóralo, alma mía, con canto, cercana es la meta,
para que el himno quede sonoro y consumado.
Y que el himno sea: ¡Poesía! ¡Poesía!
La semilla añora como el alma que sufre brechas,
mis caminos sean sombreados de robles y acacias,
para que agraden a Dios las juveniles cosechas.
¡Libro Eslavo de Añoranzas! Al final sigue resonante,
como de coros de Resurrección, la primaveral música,
con el canto santo y virgen, con la poesía prosternante
y con el himno de humanidad, el Divino Magníficat.
Karol Wojtyla
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